Al terminar la Homilía, los niños se ponen de pie junto con sus padres y padrinos y se lleva a cabo la renovación de las promesas del Bautismo. En este momento se enciende la vela con el cirio Pascual.
Es un momento muy importante, pues el niño hace conscientemente las promesas que el día del Bautismo sus padrinos hicieron en su nombre. En ese momento el niño pronuncia verbalmente su renuncia a Satanás, a sus seducciones y a sus obras y se entrega para siempre a Jesucristo.
La comunión: Es el momento culminante de la ceremonia, en el que por fin el niño recibe a Jesucristo bajo las especies de pan y vino. El sacerdote se acerca al niño y pronuncia las palabras «El Cuerpo y la Sangre de Cristo» a lo que el niño responde «Amén», demostrando su fe en el sacramento y recibe en su boca la hostia consagrada mojada en el vino. En ese momento además de recibir a Jesús, el niño se une con alegría y amor a toda la Iglesia, a todos los cristianos, recibiendo el alimento que le dará la vida eterna.
Después de la comunión se guarda el silencio sagrado, en el cual el niño entra en una conversación íntima con Jesucristo, agradeciéndole todo lo que ha recibido: la vida, la fe, su familia, el precioso don de la Eucaristía; pidiéndole perdón por todas las ocasiones en que no se comportó como digno hijo de Dios y cayó en el pecado y pidiéndole las gracias necesarias para ser mejor cristiano cada día. Esta oración siempre debe terminar con un propósito concreto de mejora de vida.
Gracias a todos los catequistas que prepararon a los niños, a los padres por esta iniciativa en pro de la vida espiritual de los niños, y a todos los encargados de la primera comunión porque todo salió bien.
Más información en: http://es.catholic.net/celebraciones/117/63/articulo.php?id=49
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