Grande fue nuestra sorpresa cuando llegamos y ¡el padre Joe se une a nosotros en el coro y sale el padre provincial Mauro a celebrar la misa!, con esa voz grande que lo caracteriza. Había venido a una breve visita y ayer conversaban con los grupos parroquiales en una asamblea.
Las lecturas, el salmo y las peticiones se hicieron con fuerte voz a través de las voluntarias, el coro cantó con entusiasmo también y la homilía fue clara y entusiasmante; mostrándonos que la oración, ese instante mágico en el que nos desconectamos del mundo y nos sintonizamos con la onda de Dios está siempre allí, sólo hay que hacer silencio de los demás para escucharla. Científicos afirman que el poder de la oración es muy grande y que lo es más si uno tiene esa fe fuerte como la de los personajes de las lecturas de hoy.
Más tarde en el desayuno con el padre Joe y el provincial conversábamos y ¡oh! Walter conocía al otro padre que había venido de visita, el padre Percy de Paita... qué chico que es el mundo y qué grande que es el amor de Dios.
Ellos conversaron bastante de su vida de chiquillos, de las diversas rutas que había tomado su vida hasta llegar nuevamente al día de hoy, al encuentro después de casi 25 años.
Yo también veía al padre Mauro desde hace más de tres años desde que fuimos con el equipo vocacional al encuentro de laicos en Lima.
Muchos saludos y bendiciones a todos los Jufristas del mundo, a los hermanos franciscanos de las diversas ramas: capuchinos, Tor, etc. así como a las hermanas clarisas y los hermanos de la tercera orden. Unidos por el amor de Dios, unidos en oración colectiva e individual, unidos en el servicio a los demás.
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