Les cuento que cuando estaba muy niña mis papás me regalaron una pizarra pequeñita para hacer mis dibujos, era una pizarra mágica, pues se escribía con un puntero simple y luego uno movía una barra por debajo de la pantalla de la pizarra y lo que uno había dibujado se borraba... magia.
Pasó el tiempo y mis papás me regalaron una más grande, era verde y se podía escribir con tiza. Entonces me volví experta en motas, tizas blancas, de colores y las técnicas para escribir mejor.
Por otro lado les comentaré que mi letra siempre ha sido fea, pero se fue componiendo en la pizarra y además desde entonces mi escritura ya no necesitaba reglón, pues iba siempre derecha.
Ustedes verán en la foto unos niños con su pizarra, definitivamente mi pizarra no era así, pero me hubiera gustado que fuera así, por eso la comparto con ustedes.
Yo no sé si el hecho de estudiar con la pizarra y de conversar con mis muñecas como si fueran público, me inclinaría a ser profesora o me prepararía para mi carrera; de lo que si estoy segura es que me encanta la profesión que tengo, y más aún, dicto algunas horas a la semana de clase sin que me paguen por ellas (aunque a veces no se lo digo a mis jefes:-))
Es por eso que deseo que todos los niños tengan la libertad de elegir, experimentar y disfrutar su niñez, porque así cuando tengan que escoger su carrera lo puedan hacer de la mejor manera.
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